Thursday, March 09, 2006

Caminos paralelos

También existe la teoría, dejando aparte los dioses y su dieta de fe, creencias y oraciones, que dice que somos, sencillamente lo que los demás perciben de nosotros. Así pues, la gente que no vemos, sencillamente no existe. Si no lo conozco, no existe: no sé, no tengo contacto sensorial con lo que hay detrás de una puerta cerrada, por lo tanto, lo que hay detrás de la misma no existe hasta que no la abro. Podemos decir ‘¡eh!, sí existe, pero no sabes lo que hay’, y tendremos razón, pero, siendo yo el que percibe el mundo para mi mismo, si yo no conozco qué hay, a todos los efectos, para mi no existe. Esto se puede aplicar a las personas, personas que pasan de puntillas por los límites de nuestros sentidos y sentimientos; esas personas son fantasmas, imágenes, a veces, ni siquiera tienen una entidad suficiente como para constituirse como imágenes claras sino como pequeñas nebulosas en nuestra mente.
De esta forma, podemos considerar que hay una gran multitud de seres invisibles (en tanto en cuanto no les damos la oportunidad de clarificar sus perfiles, de convertirse en imágenes claras, recortadas contra el fondo), y entre ellos gente próxima a nosotros. Así pues, podemos hacernos invisibles. Hay que respetar ciertas normas; en primer lugar, hay que mantener un silencio casi completo (por lo menos en un principio, más adelante, se puede hablar: de cualquier manera, ¿quién le hace caso al viento cuando habla? Y no es el viento, sino las personas invisibles.). No hay que esconderse, hay que dejarse absorber por la multitud, aunque esa multitud sean solo dos personas. Reafirmar su realidad. Hasta que no seas más que un reflejo de su propia mente y te interpreten como suyo, hasta que no seas más que un eco de sus sentidos. Entonces ya eres prácticamente invisible y puedes entrar y salir de cualquier sitio manteniendo el cuidado de no hacer nada que se salga de lo ‘normal’, sin excesos. Deberás desterrar la risa, pero también el llanto de tu alma. Deberás despojarte de tu alma y olvidar tu nombre, puesto que eres invisible, ¿quién te va a ver para llamarte? Una vez que carezcas de nombre y si no te vuelves loco, puedes apreciar todo desde una nueva perspectiva. Y, ciertamente, tienes todo el poder en tu mano, porque has comprendido que tú defines al mundo, y no al revés. Tu defines tu realidad, y, a tu manera, has heredado más poder del que cualquier Dios tuvo jamás en sus manos. Ahora pasamos a la parte difícil de ser un Dios. Como tal, debes crear (o recrear) el universo, dotar de nombre y sentido a Todo. Todo es como debe ser, nuevo. Y tu debes encontrar palabras para nombrar las cosas. Hágase el Universo. Hágase Mi Voluntad. Sean las cosas como yo las veo.
Una vez has dado este paso, ya no hay vuelta atrás, puesto que las cosas de los mortales ya son complicadas de tan sencillas. Se dan por supuestas cosas que no deberían ser supuestas, sino explicadas. Es algo curioso. Algún día es posible que pueda encontrar las palabras que me faltan para explicar esto. Estoy trabajando en ello, tal vez, algún día, te despiertes y me recuerdes, ya que ahora, de mí, ya no queda ni siquiera una chispa de imagen, me he convertido en algo sin nombre, sin forma, sin existencia. Camino del fantasmal nirvana.

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